lunes, 2 de julio de 2007

Me GuStA vEr La LlUvIa CaEr Y bAjO eLlA pOdEr CaMiNaR


Empezó la temporada de lluvias, o al menos eso es lo que parece, llueve por toda la ciudad y el frío se hace presente. Eso me lleva a pensar en varias cosas: los mosquitos, las inundaciones, el tráfico, las enfermedades que me comienzan a atacar, pero por sobre todas las cosas destaca algo, el poder relajante de la lluvia.
Después del frío creo que no hay nada en el medio ambiente que ame tanto como la lluvia, mejor aún cuando se combinan. No sé si haya muchos como yo, pero al menos a mi alrededor, soy de las pocas, muy pocas personas, que disfrutan esta época del año.

Para mí resulta facinante escuchar la lluvia caer, verla a través de la ventana, disfrutar el espectáculo que brindan los rayos y truenos, pero debo confesar que no hay nada mejor que estar ahí, bajo la lluvia.

Me dicen loca porque es algo que me gusta hacer, que busco y siempre aprovecho. Caminar bajo la lluvia me recuerda tantas cosas, de niño es lo que más disfrutas, además de hacerme sentir, me recuerda que estoy viva, que hay algo más allá de mi propia existencia y que soy una pequeñísima parte de un todo.

Además, el ir caminando por la calle durante un día lluvioso, te permite darte cuenta de lo que pasa a tu alrededor, es divertido e interesante. Me gusta ver cómo la gente corre de un lado a otro, cómo se refugian en los techos de diversos establecimientos para no mojarse, se olvidan de que sólo es agua, tal vez no muy limpia, pero al fin y al cabo agua. Los automovilistas se alteran, comienzan los gritos por el tráfico y todo para qué, al final lo que es no se podrá cambiar, no porque tu claxon suene más fuerte o porque dices más groserías significa que te van a abrir el paso.

Por qué la prisa, por qué correr? Entiendo que vivimos en una de las ciudades más grandes del mundo, que nuestro estilo de vida nos hace estar todo el tiempo acelerados, pero por qué no detenerse a disfrutar de los pequeños detalles, esos que son gratis.

Las cosas más valiosas son las que no cuestan, disfrutar de un amanecer, del canto de los pájaros, encontrarle figuras a las nubes, ver a un niño jugar, simplemente observar a tu alrededor. Tal vez suene demasiado romántico e incluso cursi, no lo sé y en realidad no me importa si alguien más lo considera así, estamos tan acostumbrados a vivir una rutina, días monótonos que no cambian más que por las actividades, que se nos olvida que hay otras cosas, que hay personas a nuestro alrededor que sienten, y que viven esperando al menos una mirada.

Qué tan lejos estamos los unos de los otros, qué tan superiores somos cómo para negar una mirada, una sonrisa? Por qué la gente parece no tener emociones?, camina por ahí sin voltear, sin responder a un saludo, tristes, melancólicos, añorando lo que no existe, vacíos. En su mirada ya no hay calidez, sólo restos de lo que alguna vez fue un alma blanca.

Siempre buscamos lo que no será, deseamos reencontrarnos con lo que nunca fue y vivimos una realidad que no existe, inmersos en nuestro mundo de deseos que no se cumplirán porque no nos atrevemos a amarrárlos a nosotros, por el simple miedo de alcanzar un sueño y tener que enfrentarnos a algo que nosotros elegimos; es mejor vivir aquello que nos tocó, por no enfrentarnos a nosotros mismos.

Yo a veces me pierdo en el mundo de los mortales que olvidan sus sueños y no creen en los cuentos, pero después recuerdo que no estoy aquí para eso. Tener una oportunidad de vivir no es competir por un estatus mayor, por acumular riquezas o simple belleza; se trata de encontrar una razón, un motivo, una misión, algo a qué aferrarse. Es tener el alma clara, ser esencia, no sólo presencia; tener un amigo, estar en paz contigo y creer un segundo que existe un azul profundo.

Entender esto no es cuestión de edad, tal vez la madurez te la den los años o la experiencia; pero el sentido de tu existir, el modo de vivir se encuentra en el alma, sin importar que tan inmaduro seas para los demás.

A mí me gusta pensar que todo se puede cambiar, creer en utopías es mi filosofía. Disfruto que me digan loca, porque significa que no soy igual a todos, que veo más allá de lo que la mayoría puede ver. Prefiero ser una soñadora, antes que conformista o peor aún una masoquista que cree que sufrir es la única manera de vivir. Yo sólo quiero gozar, reír, cantar y jugar, al fin y al cabo, nada es en serio.

No quiero que la vida me decepcione, por eso no le doy oportunidad y me le adelanto, siempre tratando de dar el todo por el todo. A mí me gusta lo que a muchos no les gusta, observar el trayecto de una gota por la ventana, escuchar la lluvia caer, pero por sobre todas las cosas bajo ella poder caminar.

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