martes, 26 de junio de 2007

El HoMbRe De Mi ViDa

Todo tiene una historia, y toda historia tiene un detrás, un proceso en el que cada una de las partes consolidando y entrelazando hasta llegar al desenlace.
Es así cómo, para poder hablar de quién soy yo en este momento, es indispensable hablar de lo que fui. Hay quienes conocen la historia y otros que ni la imaginan, pero para no repetir nada, ni causar un extraño impacto en quienes comienzan a conocerme, haré una pequeña modificación. No hablaré de mí cómo una serie de acontecimientos, lo haré hablando de las personas que han marcado mi vida y que de una u otra manera han sido una clave para convertirme en el ser humano que soy.
Poco a poco iré destapando a cada una de estas personas, pero en un primer momento les hablaré de una de las bases. No sé por qué, pero en mi vida los hombres siempre han tenido un lugar muy especial, así que hablar del primero resulta bastante nostálgico e interesante, o al menos así lo es para mí.
Jesús Tapia Martínez, ese es su nombre, y nació el 25 de marzo de 1915, no tengo idea si fue un día soleado o con lluvia, ni siquiera sé si era un lunes o un domingo, en realidad creo que no conozco mucho de lo que fue su pasado. De hecho creo que a todos nos pasa lo mismo, estamos tan acostumbrados a ver a las personas, a tenerlas ahí a tu lado que no te preguntas por lo que pasó en su vida antes de conocerlas.
Yo conviví con él durante 17 años, y me enteré de cosas muy interesantes, cómo el hecho de saber que conocía a Diego Rivera, o que grabó al lado de Pedro Infante, o que viajó por gran parte de Europa llevando el nombre de México en alto, pero sé que a pesar de lo que pude llegar a escuchar, hay cosas que no dijo o que no pregunté y que se quedaron en su mente.
Mi abuelo, porque ese gran hombre era mi abuelo, desde niño fue una persona de escasos recursos económicos, que cómo muchos en nuestro país, tuvo que trabajar desde pequeño. Originario de Michoacán, un día decidió viajar a la Ciudad de México, dónde probó suerte en lo que sería su mayor pasión: La música. No sé bien cómo llegó a su vida, pero aprendió a tocar el Oboe y poco a poco fue ganando terreno cómo un grande. Perteneció a la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México, así como a la Filarmónica y la Banda del Ejército, dentro de las cuales se destacó por su carácter tranquilo, y su vida sencilla y humilde.
Pero no sólo se trató de un excelente músico y posteriormente maestro, también era un gran ser humano, alguien siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban. Una mano amiga a la cual acudir en cualquier problema, porque se tenía la certeza de recibir un apoyo, tal vez sea por eso que todos los que lo conocieron no pueden más que hablar bien de él.
Aún recuerdo aquellos momentos con él, de niña me acompañaba en mis juegos, permanecía ahí, sentado en el jardín mirándonos a mi prima y a mí jugar a la maestra o a lo que se nos ocurriera, a veces no decía nada, pero su simple presencia bastaba para sentir su paz.
Conforme pasaban los años era mayor la convivencia, cuando eres chico no comprendes muchas cosas, no llegas a valorar ese minuto cerca de la persona que amas, ni siquiera entiendes por qué tienes que pasar tanto tiempo con ese ser. Ahora puedo encontrarle el valor real, recuerdo sus pláticas, aquellas anécdotas que contaba durante los viajes en carretera, cómo quisiera volver el tiempo atrás y pedirle que me relatara más historias, muchas más.
A su lado aprendí bastante, a veces parecía aburrido, pero era muy interesante verlo hacer las cañas que utilizaría en la boquilla de su instrumento, aunque mi momento favorito era cuando nos permitía soplarlas. Cuántas horas habré pasado en su estudio, al lado de fotos, películas, libros y revistas de National Geographics que disfrutaba mostrarnos.
Gracias a él descubrí la música, que en realidad y cómo diría Andrea Boccelli, no sé si la encontré o ella me encontró. Escuchaba de todo en esa casa, desde cri-cri hasta Beethoven, pasando por las grabaciones de sus conciertos y hasta Estero Joya. Disfrutaba mucho sentarme a su lado para tocar el piano, sólo aprendí una melodía, pero verlo ahí, tan apasionado, me hizo unirme al latido de su corazón que palpitaba con cada nota.
Le debo tanto que aún no encuentro la manera de agradecerlo, porque más allá de permitirme conocer Europa y muchos lugares de México, me permitió conocer un poquito de él, me acercó a la Literatura, él es el responsable de que ame el Arte, pero sobre todo gracias a mi abuelo aprendí a luchar por lo que quiero, a disfrutar cada momento y respetar siempre a los demás.
Aún después de casi tres años de su muerte, puedo sentir sus caricias cómo si estuviera aquí, y sigo esperando verlo sentado en su sillón, ahí, simplemente sentado, callado, observando. Cuánto tiempo perdí por estar en otras cosas, la adolescencia pega y a veces pega muy fuerte; yo hice cosas que me alejaron de él y aunque siempre estuvo ahí, yo no, como diría Alejandro Fernández "...me dediqué a perderte y me ausenté en momentos que se han ido para siempre, me dediqué a no verte, me encerré en mi mundo y no pudiste detenerme..." y a pesar de que habló mil veces, yo no respondía.
Pero todos tenemos que regresar, sobre todo cuando te estampas con la realidad y decides recuperar todo lo que perdiste. Lástima que yo volví al mundo demasiado tarde, ya cuando la vida me estaba arrebatando a uno de los seres más maravilloso y valioso que he conocido.
Los últimos meses fueron una pesadilla, más para él que para nosotros, la tristeza se veía en sus ojos, aquellos ojos que antes me sonreían. El afán por aferrarse a él les hizo olvidarse a aquellos responsables de su salud, que era un ser humano y sufría, que merecía descansar y morir tranquilo, o acaso no lo merece quien siempre hizo el bien?.
Siempre inteligente eligió huir de su cuerpo, ya no había conciencia en sus actos, sólo estaba ahí, sin ser. Tal vez sólo regreso el último día para despedirse, pero de nuevo no estuve ahí, entregar un trabajo era más importante, qué estúpida fui; sin embargo sigo recordando esos pequeños instantes que pasaba junto a su cama de hospital. Aún me reconocía, respondía a mi voz cuando cantaba "... ya no me preocupa caminar, porque tú estás aquí, y pierdo todo el miedo que me da, porque tú crees en mí. Tú me enseñaste a disfrutar, mi vida mucho más, dejando el sufrimiento atrás. Dándome un amor real...", apretaba mi mano y un mes atrás me había dicho a mí las últimas palabras "cuerdas": Yo también te Quiero.
Todavía hoy día siguen habiendo en mí estragos del tiempo que perdí, de los recuerdos que no se registraron, de las palabras que no dije, de las caricias que no le brindé y de la mano que no estuvo ahí para sostenerlo. Pero sé que a pesar de todo a ese hombre no le importó, me siguió queriendo como siempre, cómo hasta ahora.
Sólo hay algo que queda por escribir en esta historia, palabras que me gustaría decirle a ese ser: Abu, siento no haber estado ahí durante tanto tiempo, siento no haber sido todo lo que tú esperabas, pero la caída me sirvió para levantarme y demostrar que soy fuerte. Cómo siempre dije, "Somos Guerreros con Sangre de Triunfadores", gracias por enseñarme eso y más, por acercarme a mis pasiones y por siempre estar ahí, incluso después de la muerte. Te Amo y nunca cambiará. Algún día te habré de encontrar para seguir escuchando tus historias, pero por el momento sólo puedo citar una canción que parece ser escrita para tí: "...Toca para mí, yo te quiero oír, quiero formar parte de tus locuras, pondremos nuestras almas en partituras. Toca para mí, yo te quiero oír y que el último latido de tu corazón, sea rosa que brota de la última nota.", Alejandro Sanz.

1 comentario:

Gabriel Pérez Crisanto dijo...

Son las 19:30 hrs. del Miércoles 27 de 2007 y no has publicado aún tu nota del día de hoy.

Espero no se te olvide y tengas tu entrada (post) a tiempo.

Saludos
GABO