
Cuando nos separamos de alguien esperando volverlo a ver en un periodo corto de tiempo, tal vez un día, quizás un mes, no hay nada peor que escuchar un adiós. Se nos entrecorta la respiración y el aire nos asfixia, no esperamos separarnos de su lado, mucho menos renunciar a su calor.
Tal vez no te conozca, puedo incluso ser sólo una casualidad que se cruzó en tu destino, pero mientras en tus ojos brille mi rostro, no haré más que quedarme y en silencio acompañarte:
No castigues a mi alma con tu ausencia indefinida,
no le quites, tú, el aire a mi vida que se asfixia
Si pronuncias un adiós, todo acabaría,
regálame un hasta luego que yo te esperaría.
Dame la esperanza de un nuevo sol,
entrégame nostalgia en una canción.
Permítele a mi tiempo seducir a tu cuerpo
con tan sólo un movimiento,
el de mis manos que proporcionan el calor a tus brazos.
Bebe de mi cuerpo el sutil momento
que se entrega lento.
Dale pasión a mis labios que te han esperado
desde que tu mirada se convirtió en razón,
desde que los locos entendieron el amor.
Bésame en silencio y
como a la soledad que te acompaña,
hazme parte de tu cuento,
róbame la calma y acaba con mis ansias
sin usar una palabra.
Tómame y reinvéntame que seré tuya una mañana,
mientras ellos huyen, cuando todos callan.
No te pido arte, tan sólo el instante en que estemos juntos
cuando muere el mundo y nos da otro rumbo.
Atrápame y adhiéreme a tu cuerpo,
sólo por hoy tatúa tu voz en lo más profundo
de mi reflejo.
Dame la oportunidad de seguir soñando,
que pronto recibirás la propuesta en un canto;
tan sólo no me digas adiós para así retener
esta ilusión.
-Angélique-
Prométeme que volverás mañana, la misma hora y el mismo lugar, atenderé la cita que hemos tenido pendiente desde que te conocí y te prendaste a mi razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario